¿Hay un “chivo expiatorio” en tu familia?

¿Hay un “chivo expiatorio” en tu familia?
Foto: Olya Adamovich en Pixabay

En una jornada que implica la confesión de los pecados cometidos a lo largo del año y el arrepentimiento por ellos, los antiguos judíos elegían dos chivos. Luego seleccionaban al azar a uno de los animales para sacrificarlo a Yahveh. Sobre él recaía la culpa de todos los pecados. El rabino ponía sus manos sobre la cabeza del animal en una ceremonia simbólica para traspasar las culpas del pueblo al animal. Después, el chivo era llevado al desierto en calidad de emisario, donde lo abandonaban. Se dice que lo apedreaban hasta la muerte ya que mediante aquel sacrificio el pueblo podría limpiar y borrar sus pecados.

A nivel psicológico, el chivo expiatorio es elegido al azar para cargar con culpas que no le corresponden y así liberar a quien tiene la verdadera responsabilidad. Si aceptamos las culpas ajenas y nos disponemos a cargar con responsabilidades que no son nuestras, corremos el riesgo de convertirnos en el chivo expiatorio de alguien. Y una vez que hemos asumido ese rol, es muy difícil deshacernos del enorme peso emocional que acarrea. En la Psicología, el chivo expiatorio es la persona o grupo a quienes se quiere culpar, a pesar de que son inocentes, para exculpar al verdadero culpable. Se trata entonces, de una persona sobre la que recaen las acusaciones o condenas, aunque no sea la verdadera responsable de lo ocurrido. Culpar a alguien también es común en familias disfuncionales,  las cuales adjudican las dificultades y complejos psicológicos de su grupo a un miembro específico. Esa persona es quien carga con todos los problemas, vergüenzas y culpas de la familia, desviando así la atención de los auténticos conflictos que deben ser resueltos.

De hecho, a menudo la elección del chivo expiatorio es un proceso que se alimenta de manera inconsciente. La familia utiliza dos mecanismos de defensa inconscientes: el desplazamiento y la proyección pues hay la tendencia a apartar de nuestra conciencia las cosas, emociones, impulsos o pensamientos que nos molestan o que representan un conflicto y así se logra cierto equilibrio psicológico. Por ejemplo, en vez de enfadarnos con nuestro jefe podemos terminar desplazando esa ira hacia la pareja, en cuyo caso se convertirá en nuestro chivo expiatorio. Al proyectarlos sobre los demás mantenemos una relación sin tensiones con nuestro “yo”. Así, por ejemplo, podemos culpar a nuestra pareja de que no nos escucha, cuando en realidad los que no escuchamos somos nosotros. Cuando nos sentimos frustrados, porque no vemos manera de resolver el problema y este se torna demasiado amenazante, la respuesta más sencilla para canalizar esa impotencia, miedo o ansiedad es dirigirla hacia una tercera persona o un grupo. 

Por tanto, crear un chivo expiatorio ayuda a minimizar los sentimientos de culpa sobre la responsabilidad de un resultado negativo y a mantener el control personal. Cuando encontramos o fabricamos a un culpable de la desgracia, de los problemas, de las conductas de los hijos, de las calamidades sociales, del calentamiento global o incluso de las pandemias, aliviamos las responsabilidades propias y disipamos las sombras inaceptables. También fortalecemos nuestro equivocado sentido de poder y justicia, al tiempo que aliviamos la culpa y la vergüenza, deshaciéndonos de la necesidad de hacer algo ya que la responsabilidad no es nuestra. El chivo expiatorio se convierte, entonces, en una especie de saco de boxeo, es el depósito donde dejamos los problemas y conflictos más dolorosos o complicados de resolver. Así no tenemos que profundizar demasiado en sus causas. Lo simplificamos todo. Y aliviamos el dolor psicológico que implicaría aceptar ciertas culpas y responsabilidades. Pero crear un chivo expiatorio no resuelve los problemas. Cerrar los ojos ante nuestros conflictos no hará que desaparezcan. Culpar al otro crea nuevos problemas a la persona que está cargando con responsabilidades que no le corresponden.

Muchas personas que se han convertido en chivos expiatorios no son plenamente conscientes de esa dinámica, dado que quienes los culpabilizan suelen ser personas con las cuales tenemos un estrecho vínculo afectivo o personas que ocupan puestos de poder, lo más habitual es que vayamos asumiendo esas culpas. No nos damos cuenta de que estamos envueltos en una situación de abuso emocional hasta que los daños ya están hechos. Los chivos expiatorios a menudo experimentan un gran sufrimiento y angustia puesto que han pasado por años de invalidación y abuso. Padres que les han culpado por haberles arruinado la vida, parejas altamente tóxicas o jefes que no asumen sus responsabilidades. Esas personas van tejiendo una historia a base de mentiras, negación y distorsión de la realidad en la que el chivo expiatorio se convierte en el único culpable de todas las desgracias que ocurren. Como resultado, no es extraño que esa persona termine creyendo que es mala o que no vale nada.

Esa persona, considerada como la oveja negra, permite a la familia pensar que es una unidad más saludable y funcional de lo que realmente es. Si no fuera por ese individuo, la familia sería perfecta y feliz. La teoría del chivo expiatorio en las familias tóxicas también explica que esa persona actúa como una especie de válvula de escape para dar salida a las tensiones que se van acumulando en la familia, de manera que esta no se desintegre provocando conflictos mayores entre todos sus miembros que pueden terminar en comportamientos violentos.

Algunos padres usan a su hijo como chivo expiatorio para descargar sus frustraciones y culparle de sus errores. El miembro elegido se convertirá en el enemigo número uno de toda familia. Será la persona que todos apuntan como el causante de los conflictos familiares, aunque se encuentre a muchos kilómetros de distancia o incluso si prácticamente ya no mantiene ninguna relación con la familia. En ocasiones se elige al miembro más débil o sensible. Es poco probable que esa persona responda a los intentos de culpabilización y las humillaciones, al contrario, se dispondrá a llevar la carga que ponen sobre sus hombros. Justifican ese patrón de abuso como necesario para a esa persona. Pero lo más habitual es elegir al miembro más fuerte o rebelde ya que suele ser el que más problemas genera y va en contra de la dinámica familiar tóxica, pues protesta y reclama. Puede ser el miembro más inteligente de la familia o aquel más independiente que, de una forma u otra, amenaza la autoridad del líder. También suele tratarse de personas con un sentido de la justicia más desarrollado que el del resto de los miembros de la familia.

La familia lo percibe como diferente a los demás, de manera que comienza a pensar que hace todo mal, es rebelde y mal agradecido. Creen que ese miembro no aprecia el aparente amor que recibe en casa, por lo que se encargan de criticarle, desaprobarle y culparle. Ser elegido desde pequeño como el chivo expiatorio de la familia suele tener consecuencias para toda la vida en esa persona. A menudo se trata de personas que no confían en sí mismos ni en los demás, que tienen una baja autoestima y que se culpan a sí mismos por cómo los tratan los demás, de forma que son más vulnerables al maltrato y la manipulación. Crecen con un profundo resentimiento ya que el amor y la validación emocional que debían haber recibido en la familia les fue negada. En esos casos, pueden convertirse en personas que reaccionan con ira y enojo en sus relaciones interpersonales. También pueden comportarse como una especie de redentor porque, de manera inconsciente, creen estar en deuda con los demás, a menudo cargan con problemas que no les pertenecen e incluso pueden dedicarse a perseguir metas ajenas en detrimento de sus propias necesidades y aspiraciones.

En los hogares o situaciones donde se perciba esta problemática, lo que se recomienda es acudir a la terapia cognitivo conductual de manera individual, familiar o grupal, puesto que las modificaciones se deben dar en el afectado y en los causantes de este trato humillante y dañino.

Psic. Sara Campos Chavolla Consultorio Torre Médica Av. Méndez 1110 Segundo Piso Tel 9933141178 Cel 9931498830.




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