‘2018: cuando la música volvió a ser símbolo de una revolución política y social’

 

La música siempre ha acompañado al ser humano en todas sus actividades, y son los jóvenes quienes siempre lo hacen más evidente.

 

 

Mucho se ha discutido sobre grandes movimientos sociales donde los jóvenes marchaban llevando música con mensajes afines a sus reclamos, usándolos como estandarte ideológico y de identidad a su causa, e incluso se le ha denominado a esas melodías como un género propio, bajo el nombre “Música de Protesta”.

 

 

Sus mejores ejemplos son rápidamente identificables en los años 50s, 60s y 70s, con autores como Bob Dylan, Woody Guthrie, y Joan Baez, y en nuestra américa latina con exponentes como Isabel y Violeta Parra, Víctor Jara, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Gabino Palomares, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, por citar algunos, sin dejar de lado de otras latitudes a nombres como Edith Piaf, Chicho Sánchez Ferlosio, Juan Manuel Serrat, Facundo Cabral o los hermanos Mejía Godoy.

 

 

 

 

Quizás porque la música de ahora, al parecer, intenta primero vender discos, antes de transmitir ideas.

 

 

Quizás porque la música de protesta ha sido abandonada del tintero de los compositores, quienes han volcado sus esfuerzos en parir melodías donde quien tenga mas parejas, dinero o poder es el triunfador absoluto de la historia.

 

 

O quizás también porque en las canciones actuales, la letra es un accesorio más, y es el ritmo y los arreglos para bailar los que en realidad importan.

 

 

Eso fue así, hasta que los jóvenes de Georgia, ese país europeo que logró su independencia de la URSS apenas en 1991, hicieron de la música electrónica el símbolo de una revolución política y social como no se había visto anteriormente en el nuevo milenio.

 

 

En un esfuerzo por romper los esquemas de legalidad establecidos, y la forma de actuar de la justicia, los jóvenes de Georgia se lo han tomado muy en serio: están luchando desde la música por un nuevo entendimiento de sus libertades civiles, por un reordenamiento social más inclusivo con la comunidad LGBT, con el derecho a vivir bajo diversas ideas occidentales, y por una manera diferente de lidiar desde el poder del Estado, con los problemas de las personas enfrascadas en la dependencia del consumo de sustancias ilegales.

 

 

Y como en toda historia, existe un momento que representa la chispa que prende la mecha y aviva el fuego al calor de las pasiones, y ello sucedió en el mes de Mayo pasado, cuando la policía de Georgia realizó en la misma noche, una redada en los 2 clubs más famosos y frecuentados por la juventud, con armas largas, detenciones, abuso de autoridad, prepotencia y excesos sobre los asistentes.

 

 

La indignación fue mayúscula, y los jóvenes criticaron la acción de la autoridad, sosteniendo que las drogas, mayormente importadas al pequeño país, deberían ser combatidas en las fronteras, y no en las pistas de baile.

 

 

A su vez, la autoridad respondió clausurando las discos, prohibiendo los bailes de música electrónica, el género que actualmente no solamente mueve a la juventud, sino que también domina las ventas de música a nivel mundial, y la respuesta de los jóvenes ha sido masiva en el país: no toleran que les arrebaten el placer de bailar sus ritmos favoritos.

 

 

¿Cómo iniciaron las protestas? En protesta por las redadas y la forma de actuar de la policía, así como sus medidas restrictivas a los bailes juveniles, se congregaron 20,000 personas frente al parlamento de Georgia, y ¡comenzaron a bailar en la calle!

 

 

Ello generó una reacción opuesta de parte de grupos conservadores, y todo subió de nivel, y ahora mismo la discusión está enfrascada en una licuadora ideológica que mezcla derechos civiles, reclamos sociales, principios religiosos, esquemas conservadores y reformistas que han puesto en pie de lucha a todos los jóvenes de ese país, en un sentido o en otro.

 

 

Lo sorprendente es que las protestas han sido masivas, y se han realizado con música electrónica, ¡bailando!, y dentro de ese ambiente aparentemente distendido y alegre, se han expresado sus inconformidades.

 

 

El apoyo mundial al movimiento ha llegado con el pronunciamiento de algunos Djs internacionales como Ben Clock, Marcel Dettmann o Irakli por citar algunos., dejando claro que actualmente, no existe problema local, ahora todo es global.

 

 

El tiempo dirá el desenlace de este nuevo movimiento social juvenil, que una vez más toma las calles para cambiar paradigmas, cambiar estructuras y modificar enfoques, usando la música como aliada y el baile como herramienta de protesta contra lo establecido, en un ejemplo actual, moderno y sin precedentes en el nuevo milenio, que se incorporan a la historia de los movimientos juveniles que buscaron, sin armas de fuego, cambiar su realidad.

 

 

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