‘La Cuarta Transformación y el México Creyente’

 

La Independencia de México marcó el rompimiento de una teología centrada en el sufrimiento y el sacrificio. Al grito de “Viva la Virgen de Guadalupe, Viva Fernando VII y Muera el mal gobierno”, la teología independentista irrumpió esa madrugada del 16 de septiembre. Emergía un Jesucristo y una iglesia contra la esclavitud, que asumía los costos de la libertad, en una crisis que condenó a la excomunión y muerte a los sacerdotes libertarios Hidalgo y Morelos. La virgen de Guadalupe se constituyó en emblema fundante de la soberanía y la independencia.

 

 

La Reforma profundizó el conflicto entre los liberales y conservadores. Una amplia variedad de librepensadores lograron la separación de la iglesia y el Estado. El centro de la disputa estaba en los privilegios de los clérigos y en las pésimas relaciones con la jerarquía eclesiástica. La supresión de la Compañía de Jesús en 1856, la Ley Iglesias que suprimía el cobro de derechos parroquiales y diezmos, la Ley de Nacionalización de Bienes eclesiásticos, el Registro Civil, la secularización de cementerios, la supresión de festividades religiosas, finalmente la LEY SOBRE LIBERTAD DE CULTOS, encapsularon las actividades misioneras y deprimieron la actividad cultural y educativa del catolicismo, hasta entonces hegemónica.

 

 

La Revolución Mexicana da a luz a las instituciones del México moderno que se rebeló a la dictadura de Porfirio Díaz. La Constitución de 1917 será la carta de las libertades bajo la cual se conducirá la nación hasta nuestros días. La guerra cristera de 1926 a 1929, exacerbó la fe católica y provocó el cierre de templos. El fusilamiento y ahorcamiento de los cristeros, trajo consigo una APOLOGIA DEL CRISTIANISMO, bajo el grito de “¡VIVA CRISTO REY!”. Es la época que más santos reconocidos por el Vaticano, ha dado a la patria mexicana.

 

 

 

 

San Juan Pablo II, Papa de 1978 a 2005, verá nacer los horrores de la pedofilia dolorosamente al interior de sus seminarios, colegios y obras religiosas. En México el nuncio Girolamo Prigione consigue el reconocimiento jurídico de la Iglesia católica en México, a la vez que señaladamente se le vincula con lo más alto de la corrupción en México. Algo tuvieron que ver con el desencanto católico, liderazgos como el de Onésimo Cepeda, Juan Sándoval Iñíguez que pensaba “se necesita no tener madre para ser protestante” (GDL:1998), Norberto Rivera o el Abad Guillermo Schulemburg que negó las apariciones Guadalupanas; mientras crecían los ministros de culto evangélicos. La ejecución del Cardenal Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara, es un dato fuerte en este período.

 

 

El catolicismo perdió una importante presencia entre sus fieles. Según el INEGI, en 1950 los católicos eran el 98.2% de la población mexicana, mientras que en el año 2010 la cifra se derrumbó al 82.9%. En Tabasco las cifras son más preocupantes. En diez años, crecieron de 34 a ¡174 religiones!, el catolicismo disminuyó hasta llegar al 60% según la Coordinación de Asuntos Religiosos.

 

 

Los que enarbolaban la teología del Concilio de Trento, dogmática y moral, de enredos metafísicos; no permitieron transitar a la frescura del Concilio Vaticano II con postulados eclesiológicos de Medellín, Puebla y Santo Domingo: una iglesia al lado de los pobres (opción preferencial por el pobre). En cambio la “teología de la prosperidad” floreció en colegios, misiones e iglesias que justificaban la riqueza entre sus miembros. Las instituciones educativas católicas prácticamente “refundaron” sus colegios y universidades, en una franca expansión de su misión. Hay más y mejores colegios y universidades, disminuyeron las parroquias y la mayoría de ellas, están en crisis con sacerdotes ancianos y enfermos.

 

 

La teología Latinoamericana de Jon Sobrino, Carlos Bravo, Gustavo Gutiérrez y Pedro Trigo, creció con una visión del Jesús Histórico, encarnado “desde las víctimas”. Brasil, El Salvador, Nicaragua, Venezuela y el Caribe acogieron con sus consecuencias esta teología. Algunos frutos de esta en México son los Centros de Derechos humanos, como el Centro PRODH (Jesuitas), Fray Francisco de Vitoria (Dominicos), el Fray Bartolomé de las Casas (Samuel Ruíz +) y El CODEHUTAB (Francisco Goitia+, Jesuitas) que han sido nodales en la defensa de las víctimas.

 

 

La intolerancia religiosa es un dato preocupante. Se agudizó en diversas regiones como los altos de Chiapas, Hidalgo (Monte Tabor de Chapulhuacan), Michoacán (Papa Nabor Nueva Jerusalén). La controversia por el “rechazo” a los símbolos patrios, la transfusión sanguínea y otros elementos del fundamentalismo bíblico, así como las construcciones de numerosos templos evangélicos imponentes, como la Luz del Mundo y los Salones del Reino, se hicieron parte de la nueva diversidad religiosa.

 

 

Octavio Paz pensaba que “los católicos se aislaron… desde la mitad del siglo pasado, los católicos se automarginaron. Sólo los poetas como López Velarde, se atrevieron a ser católicos”. También CARLOS PELLICER CAMARA, que en sus “Cosillas para el Nacimiento”, desdobla toda su sensibilidad religiosa católica y mariana.

 

 

Este paradigma de iglesia entre dos aguas, la ligada al poder, y la despojada de poder; tiene su fin, en el descubrimiento de las perversidades del Padre Marcial Maciel. Del Padre Ripalda al Padre Maciel, han pasado cinco siglos de cambios en la teología.

 

 

Este 2018 cumplimos 500 años de la primera misa en México, resulta paradójico que coincida con el advenimiento del Presidente López Obrador. La “cuarta transformación” es la continuidad de esta historia, con una variable: el Papa Francisco. El pontífice ha cimbrado al catolicismo mundial con semillas muy fértiles. Con una visión de iglesia distinta, lejos de los “faraones”, UN DIOS DE INFINITA MISERICORDIA, de puertas abiertas, inclusivo, que defiende al pobre, “una iglesia pecadora sí, corrupta no. Pedro era pecador, pero no un corrupto”. Un Dios escondido en los JÓVENES de México, que año tras año corren con antorchas guadalupanas, cabalgatas, peregrinaciones a los santuarios marianos de México batiendo record en San Juan De los Lagos, Tila, Guadalupe, Zapopan, Cupilco… los milennials, también dejan ver sus filones de fe en las redes sociales. Hay una veta inmensa. ¡México es creyente!

 

 

La Cuarta Transformación debe reconocer la importancia de la población católica sin excluir a las demás formas de religión. El catolicismo debe recuperar su aporte a la cultura y pensamiento de la nueva República, en la construcción virtuosa del tejido social. Desde la conquista hasta hoy, el “ethos”, la parte ética, los valores del humanismo cristiano, han sustentado la historia patria: NADA HUMANO ES AJENO A LOS DISCIPULOS DE CRISTO (GS1).

 

 

Algunos se escandalizan con la apertura del Presidente electo respecto a las religiones. No estamos educados ni acostumbrados a la pluralidad religiosa. Esto es algo que tenemos que asumir los creyentes católicos. Una iglesia sin privilegios es más sana y más fecunda. Rostros como el del Padre Solalinde (migrantes), Fray Tomás (migrantes), el Padre David Fernández (Ibero), se asoman como voces de un catolicismo más ceñido a la realidad del país. Proponen una mayor participación de la mujer, la inclusión de grupos excluidos o discriminados, pero una visión más amplia de la misión de la iglesia, la justicia social, el reino de Dios. Es lo que plasmaron los obispos mexicanos en su proyecto Global Pastoral 2031-2033, “abrir más espacios para una iglesia-pueblo, una iglesia incluyente donde se acoja con misericordia a esposos, homosexuales, madres solteras, ancianos, indigentes y migrantes, entre otros”.

 

 

Es tiempo de decir adiós al paradigma de la república neoliberal, clasista, discriminatoria e inequitativa “Si creen distinto, no son mexicanos”. Bienvenido a un Dios, del pluralismo religioso (José María Vigil, Jacques Dupuis). Un Dios en diálogo ecuménico, respetando la diversidad y el derecho natural del hombre a vivir conforme a sus creencias.

 

 

Preguntaba Francisco ¿qué es mejor el Católico o el Evangélico?: ¡LO MEJOR ES QUE ESTEN JUNTOS! ¡UNIDOS!

 

 

Si deseamos una república en paz, debemos transitar por la pluralidad religiosa irremisiblemente. Sí, por el estrecho camino de la Libertad de Conciencia y de Cultos.

 


Roberto del Carmen Valencia Aguirre
Filósofo y teólogo