A sus 79 años vende dulces, y sueña con comprar un aparato auditivo

Trabaja casi desde que aprendió a caminar, no sabe leer ni escribir porque nunca fue a la escuela. Es originario de León, Guanajuato, pero desde hace 50 años vive en Villahermosa, por eso se considera más tabasqueño que cualquier otra cosa. 

Tiene 79 años y a pesar de sus cuatro operaciones, problemas de ceguera parcial, la necesidad de hacerse de un aparato auditivo y de tener la cadera fracturada, vende dulces frente a la clínica 46 del seguro social, se trata de don Javier Guadalupe Torres Cano

“Donde están las funerarias, por ahí vendo, en el primer semáforo viniendo de plaza donde está el puente, ahí vendo yo mis dulces. Está pero bien baja la venta, hubo un día que nada más vendí cinco bolsitas, nada más lo del pasaje, diez pesos, yo las doy baratas, para que la gente me consuma, aunque sea gano poquito pero por lo menos tengo para comer”, dijo.

Calor, días lluviosos y hasta malos tratos, es lo que ha tenido que soportar, pero pese a ello siempre vende con una sonrisa, que por la pandemia está cubierta por un cubrebocas. 

Don Javier fue padre soltero, con su trabajo sacó adelante a cuatro hijos, los cuales también lo ayudan en la medida de lo posible, ya que igual son de escasos recursos. 

“No me doy, a pesar de las cuatro operaciones que tengo estuve agonizando en los hospitales y bien grave, seis meses y medio, y yo solo con la voluntad de Dios me ha tenido aquí todavía, porque cuando yo pude ayudé a mucha gente, les daba esto, les daba el otro”, comenta.

Cuenta que por el oído izquierdo no escucha nada y del derecho muy poco, por lo que requiere de un aparato auditivo que hasta la fecha no ha podido conseguir, siendo esa la ilusión con la que se levanta diariamente: juntar dinero para poderlo comprar. 

“No escucho bien, a veces me llaman y no escucho y hay personas que son muy delicadas, se enojan, porque me están llame y llame, pero si no escucho. Yo quiero que me apoyen, que me compren”, expresó.

A pesar de la pandemia y del riesgo que ésta representa, don Javier no ha dejado de trabajar y es por esta misma razón por la que no se ha podido vacunar contra el COVID-19, porque si deja de vender, deja de comer.

“Hasta que Dios me dé la oportunidad de seguir con vida yo voy a seguir vendiendo dulces, porque tengo que hacerlo, no más que ahorita estaba yo checando la bolsa me faltan chicles, me falta, y no tengo dinero para comprarlos, y con lo poquito que tengo mañana si Dios quiere, mañana me voy a ir a vender”, señala.

Así es don Javier, un adulto mayor que a pesar de sus problemas físicos, ahí está, al filo del cañón, con ganas de seguir trabajando. 

“Aquí me la llevo a como yo pueda, a veces no tengo ni para el pasaje ni para irme, pero yo busco la manera de irme a vender mis dulces y al trabajo”.