¿Deberíamos tener muchas ganas de relacionarnos o caímos en la apatía social?

¿Deberíamos tener muchas ganas de relacionarnos o caímos en la apatía social?
Foto: iStock en Pixabay

La incertidumbre, el exceso de noticias, el distanciamiento social y familiar, la ausencia de rutinas, el abuso de pantallas, los ritmos irregulares de sueño y un patrón de alimentación menos saludable, han sido características que hemos vivido en esta pandemia.  Las dificultades económicas, mantener el trabajo, cuidador a la familia y el temor de padecer Covid19 o incluso el duelo por fallecimiento de seres queridos que están viviendo muchas familias, son consecuencia del ataque del coronavirus en sus diversas sepas.

Quizá al inicio los niños agradecían no ir al colegio o pasar más tiempo con sus padres, y los estudiantes se sentían más libres de poder utilizar más horas Internet, pero pronto comenzaron a aparecer problemas como apatía, inquietud, aburrimiento, dificultades de concentración, insomnio, ansiedad, depresión o miedos excesivos. El consumo de tóxicos, como el alcohol o el cannabis, ha sido más difícil, durante el confinamiento, pero es probable que en los próximos dos o tres años surja un aumento brusco de todo tipo de consumos en jóvenes, lo que se está denominando como “Los nuevos locos años 20”.

Si nos ponemos a reflexionar, hemos caído en un hastío social o analicemos, ¿por qué nos cae peor mucha gente tras la pandemia? Sin duda se ha generado apatía social generalizada, pero es importante retomar las relaciones por nuestra propia salud mental. El confinamiento ha dañado nuestras relaciones personales. Convivimos poco con amigos, parejas o familiares, si lo hacemos, es con temor ante la posibilidad de ser contagiados y contagiar. Hay un hastío social. Algo así como si estuviéramos decepcionados con la sociedad. Por un lado, hay aspectos de mayor egoísmo individual pero también observamos aspectos de mayor sentido comunitario.

Las confrontaciones no sólo han estado en los cafés, en las reuniones entre familiares o en los grupos de WhatsApp. Toda la sociedad parece haberse polarizado a la hora de opinar de temas nuevos como el uso correcto o no de las mascarillas o la aplicación de las vacunas. Las redes sociales han servido, por un lado, para conectar entre familias o amigos, pero también para generar fake news, un exacerbamiento de las emociones, una intensificación de los odios, el no respeto al que piensa diferente. Esto ha generado miedo y solidaridad, que son dos de las grandes respuestas sociales que han estado presentes en estos meses.

Cuando inició la pandemia veíamos comunidades de vecinos haciendo la compra a sus mayores o restaurantes repartiendo comidas gratuitas para los más necesitados. A estas alturas, las imágenes predominantes de la pandemia son las fiestas ilegales, las frases como pretextos para saltarse las restricciones o las personas que se han llegado a enfrentar incluso a la policía. Ambas realidades representan sólo a grupos de personas y no siempre a las mayorías.

Más allá de todos los factores externos, el hastío social también tiene que ver con el cansancio emocional que ha supuesto ver alterada nuestra vida durante un tiempo tan largo, como consecuencia, nuestro bienestar mental se ha reducido.

Sin embargo, tras este largo periodo de pandemia, aunque parece que empezamos a sentirnos un tanto más protegidos por las vacunas y menos vulnerables, sigue el temor y eso hace que nos cuidemos. ¿Deberíamos tener muchas ganas de relacionarnos? Elegimos si hay que acudir a alguna reunión y con precaución acudimos, pero en sí, observamos ya que hay un estado de apatía social generalizada. La situación de confinamiento ha minado la moral de muchas personas. Incluso algunas se han acostumbrado al poco contacto social y manifiestan que les da pereza volver a relacionarse. Algunos argumentan que subieron de peso, o no tienen ánimo o no hay dinero, etc.

Nos hemos vuelto además un tanto indiferentes. La indiferencia es aquel sentimiento de permanecer inmóvil, tanto en movimiento como en sentimiento, ante alguna situación, idea o persona. La psicología explica los fenómenos de indiferencia como momentos en que las personas se mantienen estáticas frente a lo que les sucede. Es decir, no reaccionan de ninguna manera, ni de forma positiva, ni de forma negativa ante ningún episodio que se les presente. La indiferencia es notable durante la adolescencia, momento de la vida en que es de vital importancia aprender a tomar decisiones y a interesarse por lo que nos rodea. Es entonces cuando los adolescentes, no encuentran un medio adecuado en el cual moverse y toman una postura indiferente que los lleva a relacionarse mejor con el entorno, ya que nada les agrada, pero tampoco les disgusta. Esta postura muchas personas la utilizan como coraza frente al mundo, con la esperanza de hacerse más fuertes para ir encontrando un espacio que les permita sentirse cómodos.

Muchos hemos vivido casi encerrados, restringidos de nuestras rutinas. Nosotros como sociedad tampoco nos esperábamos un confinamiento tan largo ni estricto. Tras la primera fase de euforia y sensación de querer aprovechar el tiempo que se nos regalaba, a medida que las semanas pasaban, llegaba la desesperación y el desgaste. Era ir por casa en pijama, al igual que los concursantes de ese reality, y no tener ganas de hacer nada más que comer y ver películas o series. Con el paso de los meses hemos estado mucho más irritables, estresados, y todo ello nos ha llevado a discutir más con nuestra familia o nuestra pareja. Llegamos a encerrarnos más en nosotros mismos y cuidar nuestras opiniones, perdemos el contacto y la confianza con algunos allegados y, en definitiva, a perder de perspectiva algo clave: la empatía. Aunque no todo el mundo atravesaba la misma situación, ni tenía las mismas circunstancias familiares o económicas o no sabía gestionar sus emociones de la misma manera.

Ahora, las vacunas llegan para proteger nuestra salud física y es un buen momento para abordar nuestra salud mental. Debemos salir de ese estado gris, lo mejor que se puede hacer es activarse, ponerse en marcha. Obligarse a volver a quedar con las amistades, a volver a apuntarse a hacer las actividades que antes nos motivaban, y obligarse a cumplir una rutina regular respetando las restricciones. Recordemos que nuestro cerebro produce una hormona llamada Oxitocina y si la estimulamos con el trato y la confianza, ésta mejora la habilidad de empatizar. Es cierto que las medidas sanitarias se deben observar y que poco a poco vamos a salir de este confinamiento a medida que la población vaya siendo vacunada. Iremos venciendo este virus poco a poco pero también es necesario cuidar nuestras emociones porque así cuidaremos nuestra salud mental.

Psic. Sara Leticia Campos Chavolla Consultorio Torre Médica Av. Méndez 1110 Segundo piso. Tel 9933141178 Cel 9931498830



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