El amor y la genialidad tras la vacuna de Pfizer

El amor y la genialidad tras la vacuna de Pfizer
Foto: @BioNTech_Group

Oslem Tureci y Ugur Sahin nacieron en Turquía. Discretos y dedicados, son un brillante ejemplo de integración exitosa. Ya son considerados héroes de la humanidad. Cuando estos dos hijos de la inmigración turca abandonaron su país para acompañar a sus padres hacia Alemania en su experiencia migratoria, jamás imaginaron que su conocimiento y tenacidad los iban a convertir en los grandes científicos del siglo XXI. Los que encontraron un camino para combatir la pandemia de coronavirus, y tienen la posibilidad de frenar las muertes y la destrucción económica global que implica.

Oslem Tureci de 53 años y Ugur Sahin de 55, son dos científicos alemanes de origen turco, que fundaron el laboratorio BioNtech para enfrenar este virus, del que se enteró leyendo la revista británica The Lancet, en el mes de enero, sobre una nueva infección en Wuhan, en China. Inmediatamente detectó el peligro y se puso a trabajar. Se dio cuenta que esta vez el virus era diferente.

Oncólogos investigadores, Oslem y Urgur no fueron detenidos por nada. Después de su paso por el registro civil en el 2001, volvieron al laboratorio a colocarse su guardapolvo blanco para seguir investigando. Discretos, dedicados, hostigados por ciberataques y los servicios secretos de medio mundo, que quieren conocer su fórmula, el matrimonio será de los primeros billonarios del Covid, por haber desarrollado la vacuna con Pfizer, una empresa norteamericana, y su laboratorio. Han pedido custodia al servicio secreto alemán y la solicitud especial de que no se revele el lugar exacto donde trabajan.

Cuando llegaron a Alemania a los 4 años, no podían tener niveles sociales más diferentes. Eran parte de la generación de “gastarbeiter” o “trabajadores huéspedes”, con los que Alemania recibió a los primeros turcos para su industria de posguerra y posnazismo. El doctor Sahin será el hijo de un obrero de una fábrica de Colonia. Había nacido en Iskenderum, cerca del borde con Siria, y descubrió la medicina leyendo libros de ciencia. Un caso opuesto a su esposa, la doctora Tureci, hija de un cirujano de Estambul, de origen turco prusiano. Ella creció con la medicina en sus venas y mirando a su padre operar a los pacientes, desde que era chica. Se conocieron en el hospital universitario de Homburg, a pocos kilómetros de la frontera con Francia. Enseguida comenzaron a investigar la oncología y sus técnicas de avanzada. Su especialidad era el sistema inmunológico y cómo entrenarlo para que erradicara los tumores, lejos de la quimio y tratamientos más destructivos contra el cáncer. Por entonces estos eran los tratamientos habituales. El cáncer era sinónimo de muerte, de quimio, de radioterapia. Fue una gran batalla para ellos que el sistema inmunológico demostrara que era el instrumento más potente para ganarle al cáncer.

A un año de su casamiento en 2001, fundaron Ganymed Pharmaceutical, especializado en anticuerpos monoclonales. Toda una novedad. Entrenaba a las defensas del organismo a reconocer al cáncer. Vendieron la empresa en 1,3 millones de euros, el acuerdo de biotecnología más exitoso en la historia alemana. Con esos fondos se dedicaron a la oncología experimental. BioNtech, fundada en el 2008 y basada en Mainz, era conocida por “personalizadas vacunas” anticancerígenas, que llevaba instrucciones genéticas a las células. Las vacunas movilizaban el cuerpo contra el cáncer, como lo harían contra un virus. Este mecanismo les sirvió inmensamente para descubrir el mecanismo del coronavirus. En pocos días, él, su esposa y su equipo de 500 personas comenzaron a adaptar su tecnología al nuevo desafio. BioNtech se puso en pie de guerra para combatir un virus, a “la velocidad de la luz” ante la presión en la que estaban trabajando. Esperaron los resultados todos juntos, ansiosamente. Pfizer inmediatamente aportó fondos y las acciones de la empresa se triplicaron. Allí los millonarios se transformaron en billonarios: consiguieron sus primeros 2.400 millo de euros para el mes de septiembre.

Su empresa fue tecnológicamente más ambiciosa que las demás, que partieron adaptando virus ya existentes. Eso les permite que sea tecnológicamente más fácil de hacer y se propusieron tener 100 millones de dosis para el final del año pasado. Pero se necesitan tal cantidad de millones de dosis que nadie sabe cómo será su logística finalmente. Podrán demostrar el concepto de que hay una manera diferente de manejar enfermedades, desde el SIDA al melanoma, a través de las propias fortificaciones del cuerpo.

Hasta el año pasado, BioNtech era más conocida por fabricar “vacunas” personalizadas contra el cáncer, a partir de ARN mensajero (ARN), que lleva instrucciones genéticas para las células. Esencialmente, las vacunas hacen que el cuerpo se movilice contra el cáncer de la misma manera que lo haría contra un virus. Afortunadamente para la humanidad, esta estrategia también sería teóricamente útil contra el coronavirus. El enfoque basado en ARN de BioNtech es técnicamente ambicioso, en comparación con los métodos de otros grupos, incluido el equipo de Oxford, que ha tomado el camino más probado de adaptar un virus que ya existe en la naturaleza.

Cómo funciona una vacuna ARN. Los científicos toman parte del código genético o ARN del virus, que le dice a las células lo que deben hacer y las recubre con un lípido para que puedan ingresar a las células del cuerpo. Esto es inyectado en el paciente. La vacuna ingresa a las células y les dice que produzcan la proteína de la espícula (5) del coronavirus. Esto lleva al sistema inmunológico a producir anticuerpos y activar las células T para destruir las células infectadas. Si el paciente tiene coronavirus, los anticuerpos y las células T se activan para combatirlo. Este tipo de método de inmunización sin precedentes lleva consigo una pieza de material genético modificado en el laboratorio y proporciona instrucciones para que las células de nuestro cuerpo fabriquen proteínas víricas. A partir de ahí, el sistema inmunológico reconoce la amenaza y genera una respuesta que realmente protege al cuerpo de la enfermedad.

El proceso de fabricación, en el que el ARN se agrupa en una gota microscópica de grasa, se adapta bien a la producción en masa. Pero las colosales escalas involucradas son un territorio desconocido para la técnica.  Laboratorios Pfizer y BioNTech anunciaron que su candidata para la vacuna covid-19 logró una tasa de eficacia superior al 90% en un análisis preliminar de ensayos clínicos de fase 3, el último paso antes de la aprobación por parte de las agencias reguladoras.

 La farmacéutica alemana era, hasta ahora, modesta. Pero con los primeros indicios de éxito sus acciones se dispararon. Según el dominical del diario 'Welt', ahora mismo el matrimonio propietario de BioNTech está ya entre los 100 alemanes más ricos. Ocupan la posición 93ª en esa lista, con un patrimonio estimado en 2.400 millones de euros. Los doctores Sahin y Tureci no quieren ser billonarios sino grandes científicos. Él llega a su oficina en el oeste del rio Rin en bicicleta y sigue siendo profesor de oncología en el hospital universitario de Mainz. Lo último que les interesa es ver las acciones de su empresa llegar al cielo en el mercado de valores.

Al mismo tiempo, los médicos expresan preocupaciones sobre aspectos de logística derivados de las especificidades de la vacuna, como la necesidad de que se administre más de una dosis en poco tiempo y la de que se mantenga almacenada a muy bajas temperaturas, lo que puede generar dificultades en lugares con menos recursos y capacidades.

Por otro lado, como todo va bien en la aplicación de la vacuna, BNT162b2 podría representar una revolución en la medicina: es la primera vacuna basada en ARN aprobada en la historia. Ya esta opción y otras que se están aplicando, representan una esperanza de vida para la sociedad mundial y el futuro fin de la pandemia.

Psic. Sara Campos Chavolla. Torre Médica Av Méndez 1110 Segundo Piso Villahermosa, Tab. Tel 9933141178 y Cel 9931498830.



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