La fragilidad de un préstamo

La fragilidad de un préstamo
Foto: Nattanan Kanchanapart en Pixabay

México en su época contemporánea ha sufrido no solo de la corrupción, sino del mal manejo financiero que esta conlleva. Acuerdos en desventaja, préstamos leoninos, sumisión ante potencias económicas y organismos internacionales han sido la constante por décadas. Por si esto fuera poco, los gobiernos se han endeudado, generalmente con el falaz argumento de atenuar una crisis, que ha terminado en favorecer a los que mucho tienen en perjuicio de los que tienen nada.  Como los académicos y analistas críticos llaman, en México se socializan las pérdidas y se privatizan las ganancia; es decir, si nos va mal es a todos, y si nos va bien es solo a algunos (muy pocos). 

Una de las interpretaciones más contundentes de lo que el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha definido como la Cuarta Transformación de México, tiene mucho que ver con abatir la corrupción y mejorar significativamente el manejo de las finanzas pública. Citando a AMLO, lo ha expresado como “separar el poder económico, del poder político”; podría sonar demagogo, pero no es así, expertos en estos temas de todas latitudes han reconocido la desigualdad generada por la liberalidad económica y la concentración de la riqueza como un problema sistémico, que se acentúa de manera exacerbada con la corrupción y el “endeudamiento rescatista” que recalca las brechas favoreciendo a los que más tienen. 

El Presidente Andrés Manuel ha dejado en claro su compromiso con la población mexicana más vulnerable. En principio, aumentó el salario mínimo al niveles más altos en la últimas tres décadas, se incrementaron hasta un 6.4% los ingresos laborales. La política económica ha buscado transformarse y buscar resultados más “cualitativos”, no hay obsesión con una inflación baja, ni con un determinado crecimiento de PIB, el objetivo es más complejo y ambicioso, mejorar el bienestar general de la población y reducir brechas en cuestiones de desigualdad. En este sentido, la nueva dinámica emprendida por el gobierno federal, se ha visto (como en todo el mundo), distorsionada contundentemente por la pandemia del covid-19, afectando los bolsillos de las familias, empresas y de los gobiernos a nivel mundial. 

La llegada del coronavirus ha producido diversos efectos, entre ellos la disminución de la actividad económica, por lo cual las acciones tendientes a propiciar la reactivación económica y la profundización del sistema financiero es urgente. El sistema financiero mexicano enfrenta el desafío de mantener flujos de financiación adecuados en medio de una desaceleración económica.

El Presidente de México, Andrés Manuel se ha mantenido apegado a un estricto orden económico; ha logrado sostenido el gasto público a niveles menores que el 2018 con una austeridad de hierro y ha evitado aumentar la deuda pública lo más posible. Contrario a su discurso de no recurrir al endeudamiento público, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se vio orillado a solicitar al Banco Mundial un crédito por mil millones de dólares, para poder tener una equilibrada situación económica que dejará la pandemia de covid-19.  

La propuesta de Financiamiento de Políticas de Desarrollo  no van ligados a ninguna actividad o proyecto específico, sirve de apoya a la respuesta de las autoridades a la crisis económica y social desencadenada por la pandemia. El propósito del gobierno mexicano es darle liquidez de manera congruente a la economía, pero no para fortalecer el proceso productivo (los que más tienen) sino enfocado a la incorporación al sistema financiero de dos de los sectores de mayor interés: los jóvenes y las mujeres (los de menor oportunidad). Por lo que una vez más deja claro, que no surgirán apoyan al sector privado. 

La deuda sin prejuicios no es mala, lo importante de un préstamo o nuevo endeudamiento es el objetivo que se desea alcanzar. Es bueno endeudarse si se usa para arrancar proyectos, programas de crecimiento económico o desarrollo social; es sustancial contar con liquidez en el sistema financiero mientras se eliminan los estragos que obstaculizan el acceso fluido y la intermediación de recursos. 




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