Las familias y sus conflictos en la actualidad

Las familias y sus conflictos en la actualidad
Foto: lisa runnels en Pixabay

La familia está formada por un grupo de personas unidas por relaciones filiales entre padres, hijos y hermanos. Todos los integrantes están estrechamente relacionados. Debido a este tipo de interacción, la conducta de cualquiera de ellos puede afectar a la dinámica familiar.  La familia tiende a apoyarse, a demostrarse cariño, pero como es natural, los roces y conflictos familiares forman parte de estas dinámicas. Existen diferentes tipos de conflictos familiares; todo depende del tipo de vínculo entre las personas o de las causas que los originen.

Conflictos entre los miembros de la familia

El confinamiento o aislamiento en familia puede generar una activación emocional elevada y ocasionar alta irritabilidad, síntomas de estrés y ansiedad. Se toman malas decisiones que desencadenan en conductas poco asertivas y pueden llevar a las familias a la crisis. Un aspecto que puede exacerbar los problemas de la familia, es el de compartir todo el tiempo el mismo espacio físico, sin tener más zonas donde interactuar. Lo anterior también impide a los integrantes de la familia marcar límites claros entre jerarquías (pareja-padres) y la transmisión de esos límites a los hijos. Les desgasta la interacción con los hijos, también el esfuerzo físico, emocional y mental que conlleva la tarea de apoyarles a cubrir necesidades como el juego y las labores escolares. 

La convivencia familiar limita el tiempo individual y de pareja, lo que genera situaciones de tensión e incrementa el estrés. Es posible que algunas familias cuenten con espacios amplios que favorezcan la interacción; en casos contrarios pueden generar crisis adaptativas en la pareja y la familia. El reconocimiento, la paciencia y la aceptación de los otros son fundamentales para disminuir el estrés y para lograrlo, se debe comenzar a trabajar desde la parte individual.

Este problema de convivencia surge porque la crisis ha servido para mostrar nuestro lado más frágil, nuestras incertidumbres y nuestros miedos. Sin darnos cuenta, hemos trasladado esos temores a nuestros hijos que ahora nos ven inseguros, con menos autocontrol y con algunas debilidades. Además, hemos compartido mucho más tiempo juntos lo que aumenta las posibilidades de conflicto, especialmente en los hogares con hijos adolescentes o problemas previos. Al mismo tiempo, también se han generado situaciones en las que hemos podido disfrutar de ese tiempo extra, de buenos ratos en familia y de nuevas aficiones que nos demuestran ese lado positivo de la convivencia.

Afloran los conflictos de pareja. 

Es muy común que surjan disputas o crisis en el ámbito de pareja; pero, si las personas son capaces de manejarlos de manera adecuada estos conflictos pueden servir para favorecer el refuerzo de su vínculo. Normalmente estas dificultades surgen de forma natural a raíz de problemas de comunicación o de malos entendidos, utilizan expresiones incorrectas, reproches, el discurso emocional, insultos, etc. También observamos la sensación de pérdida de libertad y autonomía por parte de uno de los miembros de la pareja. Algunos tratan de cambiar la forma de ser de la otra persona y la mayoría muestra falta de habilidades para la resolución de problemas. A las parejas se les recomienda recordar elementos esenciales que en inicio los unieron para mantener una relación estable. Conversar, compartir, recordar, disfrutar y proyectar aquello que en un principio les unió, es una manera maravillosa de estimular el sistema límbico, la zona del cerebro que regula las emociones y donde se encuentra el aprendizaje de esos eventos significativos. Revalorar los recuerdos y su significado dan otro sentido a las personas y les ayudan a renovar el horizonte. Una copa de vino, una buena música serían un excelente recurso para salir un poco de rutina y recontratar con la magia. Recordar hobbies olvidados, tiempo de juegos y charlas amenas estimulan a buscar tiempo para la intimidad en la pareja, que conlleva al fortalecimiento y a la activación de la vida erótica. Es importante identificar emociones complejas como el enojo, el disgusto, la tristeza y la frustración.

Independientemente del momento que atraviese cada pareja, se sugiere llevar un registro de aquello que la pareja hace positivamente, de conductas que les agraden, que generen curiosidad o admiración, para posteriormente compartir y platicar esa lista. Agradecer al otro por cada una de esas cosas que hizo. Analizar el hecho de que se podría ofrecer una disculpa de manera auténtica. Finalmente, pensar qué se puede mejorar para beneficiar a la pareja en la siguiente semana (este último paso es individual, no se comparte, pero se lleva a cabo la siguiente semana). Estar en pareja no tendría por qué ser tan complicado; valdría la pena observarse a uno mismo con relación a la pareja, así como observar la interacción e ir encontrando y creando caminos distintos para la solución y poder compartirse plenamente.

Conflictos entre padres e hijos. 

Estos dependerán de la etapa de desarrollo en la que se encuentren cada uno de los miembros implicados en el conflicto. Cuando los conflictos se dan durante la etapa infantil: suelen girar en torno al desarrollo de la autonomía del niño. En estos casos, o bien los padres no tiene claro cómo conceder esa autonomía, o bien no creen que el hijo se guíe hacia la dirección que ellos ven como correcta. Si los conflictos aparecen durante la adolescencia, podemos suponer que es la etapa en la que mayor número de conflictos surgen. Esto sucede cuando los hijos tienen entre 12 y 18 años y se deben a las fluctuaciones o cambios emocionales propios de este período. Cuando hay conflictos con hijos adultos que ya alcanzaron la mayoría de edad, viene el comienzo de la convivencia entre personas ya adultas. Los hijos suelen tener diversas maneras de pensar y de entender cómo vivir u organizar su vida, por lo que esta época también es susceptible de provocar algunos conflictos familiares. 

Los conflictos entre hermanos.

Estos son los más habituales y los que más perduran independientemente de la etapa vital en la que se encuentren cada uno de ellos. Estos altercados suelen mantenerse durante muy poco tiempo y la mayoría de las veces no requieren la intervención de los padres. Muchas veces son indicativos de los conflictos que pueden aparecer en la edad adulta, y por lo tanto sirven de iniciación y aprendizaje para la vida.  

Otro tipo de conflictos son los que se tienen con las personas de la tercera edad. 

Cuando una persona adulta ingresa en la etapa de la tercera edad los cambios que experimenta son sumamente marcados. A nivel biológico, la persona advierte el propio deterioro corporal y a nivel social, aparecen acontecimientos como la jubilación, la pérdida de amistades o seres amados, etc. Este conjunto de cambios puede ser experimentados de manera muy dramática por la persona, dando lugar a conflictos con los demás componentes del núcleo familiar.

Toda clase de crisis familiar requiere de la cooperación de todos los que la integran, así como de una transformación y adaptación a una nueva situación; puesto que durante una pelea familiar las reglas impuestas en el seno nuclear, se vuelven inciertas y es necesario volver a trabajar en ellas.

Manejo de los conflictos familiares.

En una situación de conflicto familiar no todo es negativo. Un conflicto puede suponer una ocasión perfecta para aprender nuevas formas de resolver problemas. Antes que nada, hay que identificar las causas concretas del conflicto para así poder trabajar los posibles cambios sobre ellas.

Algunas tácticas o estrategias para manejar las disputas de forma eficaz son:

- Escuchar. Atender plenamente a aquello que el otro está intentando decir, así como asegurarse de haber entendido sus demandas y de que la otra persona se dé cuenta de que se le ha entendido.

- Cuidar la forma de hablar. Utilizar un lenguaje adecuado y expresiones correctas, pues son esenciales para mantener una buena comunicación. Hay que evitar los reproches al manifestar lo que se está sintiendo y aclarar aquello que lastimó a la otra persona. Asimismo, es necesario plantear o sugerir soluciones alternativas a los problemas que han causado la crisis.

- Tratar de que participen los involucrados. Es muy frecuente que en cualquier tipo de disputa las personas implicadas se quiten la palabra entre ellas, o que no quieran que algunos de los otros implicados intervengan en la solución del problema y este es un grave error. Tampoco se debe priorizar a ninguna de las partes implicadas y todas ellas tienen el derecho y obligación de intervenir al mismo nivel.

- Repartir responsabilidades y compartirlas cuando sea necesario.

- Mantener el orden y la organización. Un entorno agradable ayuda siempre a reducir el estrés.

- Buscar aficiones y gustos comunes y crear espacios para compartirlos.

- Manifestar afecto. A pesar de estar experimentando una situación de conflicto que puede resultar estresante, es importante continuar expresando muestras de cariño y afecto; ya que estas bajan los niveles de tensión en las relaciones.

- Buscar el lugar y el momento idóneo. En muchas ocasiones las personas tienden a discutir en cualquier momento y lugar. Sin embargo, es mejor posponer la discusión para cuando los ánimos estén más calmados y el contexto acompañe y facilite el diálogo.

Estamos en un momento en el que ya podemos hacer un balance de esa situación excepcional que hemos vivido y que nos ha dejado una nueva vida. Y es que, consideramos que es un error pensar en volver a lo de antes. Lo que debemos hacer es avanzar para gestionar mejor esas nuevas rutinas impuestas por la Covid-19, para mejorar nuestro autocontrol y para reducir el estrés y la ansiedad que nos provoca vivir sin saber realmente qué pasará mañana. La mayoría de nosotros estábamos acostumbrados a tenerlo todo pautado, a responder a unos horarios marcados por el trabajo y las actividades de los hijos y desde marzo, hemos perdido ese control situación que nos saca de quicio.

PSIC. SARA CAMPOS CHAVOLLA

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