
Las hermanas Hanna y Ashley lo hicieron de nuevo. Pisaron tierras tabasqueñas para interpretar por casi dos horas, los mejores éxitos de una meteórica carrera que ha ido en ascenso desde el primer lanzamiento musical realizado por el dueto en 2004.
No mucha gente sabe que las talentosas integrantes de Ha-Ash no son mexicanas, aunque suelen ser adoptadas inmediatamente con el corazón por su enorme legión de fans. De hecho nacieron en Lake Charles, Louisiana, Estados Unidos, aunque su carrera se ha consagrado en México.
Si usted tiene más de 25 años, quizás ubique una o dos canciones del grupo, pero si usted es adolescente, es innegable que el grupo Ha-Ash es uno de sus favoritos y conoce todo su repertorio musical, y así quedó de manifiesto en el recinto, donde muchísimos adolescentes, y sobre todo mujeres, cantaron a todo pulmón, canción tras canción, éxito tras éxito, las melodías inconfundibles del exitoso grupo pop.
Es curioso, pero analizando las letras de las melodías del grupo, inmediatamente se aprecia que son historias vinculadas a relaciones sentimentales no exitosas, que exponen los puntos de vista de las involucradas, en este caso ambas hermanas, porque no debe olvidar que además de ser magníficas cantantes, son músicos muy talentosos, y también compositoras.
Pero todo ese dolor personal lo convierten en éxito, al ser la inspiración de melodías que mas tardan en ser escritas y grabadas, que en llegar a los primeros lugares de las listas de popularidad.
La comparación con Taylor Swift es automática. Ella también se ha caracterizado por llevar a sus canciones, historias amorosas personales que no terminan bien, y que se han convertido en grandes éxitos de la industria.
Además Taylor, también norteamericana, tiene en sus orígenes y formación musical el genero Country, al igual que las guapas Hanna y Ashley, aunque debo reconocer que éstas últimas tienen una capacidad musical impresionante: tocan guitarra, eléctrica y acústica de distintos modelos y fabricantes; piano, armónica, requinto, además de cantar espectacular.
Las letras de Ha-Ash nos hacen una reminiscencia a otras cantantes que han defendido férreamente con sus melodías los sentimientos de las mujeres en relaciones fallidas, como es el caso de Lupita D’Alessio, Yuri, Amanda Miguel, Paquita la del Barrio o la tristemente célebre Jenni Rivera, pero creo que no pueden igualar el record de las hermanas Pérez Mosa en composiciones llevadas al Top 10 de nuestro país, e incluso a nivel internacional.
La experiencia de ir a ver a Hanna y Ashley al palenque de nuestra ciudad, se vio opacado por los elementos que rodean a su presentación. Primero, las colas impresionantes de vehículos para poder ingresar al estacionamiento del parque, lentas, mal organizadas, pero la ansiedad de ver a tu artista favorito lo minimiza.
Al llegar por fin al acceso de vehículos, te realizan el primer cobro: 50 pesos. No existe ticket, no existe comprobante, no existe evidencia, sólo el pago a la mano, por personas sin uniforme, sin identificación, sin gafete, sin ropa apropiada para ser visibles en la noche.
El pago precipitado permite a los automovilistas ingresar al recinto, y buscar donde estacionarse, y cuando al fin ubicas un espacio, ahí esta otra persona, con las mismas características, sin uniforme, sin identificación, sin distintivos, que llega justo cuando apagas el carro para decirte que le debes dejar dinero para que vigile tu carro. Mi amigo, de amplia experiencia en visitar nuestro palenque, le responde: “te lo doy al volver”, porque sabe que ya no estarán a la salida. Ello no impide que te ronde en la mente un pensamiento de que “algo” puede pasarle a tu carro por no haber pagado esa cuota, pero te consuela saber que tampoco tendrías a quien reclamar o con que exigir el pago de posibles daños.
Y así lo confirmaba las pantallas instaladas en el palenque para el concierto, pues al ingresar al lugar, se leía a cuatro flancos: “El estacionamiento es gratuito. Los organizadores no se hacen responsables de daños a las unidades”. Entones ya te sientes un poco estafado, y también un poco confundido, pues si es gratuito ¿quienes asumen el control de los cobros a la mano? Lo que te queda muy claro es que, sin importar cuanto hayas pagado, nadie se hace responsable de daños a tu vehículo, nadie, ni los organizadores, ni quienes cobraban a la entrada, ni quienes te piden dinero al bajar de tu unidad.
Todo se olvida al llegar a tu asiento: Tercera fila. Mejor imposible.
Pero la satisfacción es breve, pues cuando las luces empiezan a marcar que el concierto está por empezar, todos los lugares vacíos delante de mí, así como el minúsculo espacio que existe entre el redondel del palenque y la primera fila de sillas, son ocupados en un parpadeo por personas sin boleto para esas áreas, quienes no dudan en llegar a ponerse de pie, buscando la famosa “selfie”.
Una vez mas, ausencia de orden. No había supervisión en los asientos. Los reclamos de quienes tenían boleto llegaron rápidamente a quienes indebidamente ocuparon esos lugares, pero sin lograr algún efecto. Incluso hubo algunos reclamos intensos, y uno que otro golpe entre personas que estaban desesperadas por defender los privilegios que supuestamente le brindaba el costo de su boleto, contra las personas oportunistas que veían como lograr una mejor experiencia, aunque fuera a costas de terceros.
Sin autoridad, llegó la resignación, no había mucho por hacer, y menos cuando el lugar se tornó caótico ante la euforia por el inicio del concierto con Ha-Ash en el escenario, y los gritos ensordecedores de sus fans.
Casi todas las canciones fueron altamente coreadas y aplaudidas, pero sinceramente, no se entendía lo que las hermanas decían, al menos no en la tercera fila. El audio no brindaba la oportunidad de apreciar las historias que las artistas brindaban como preámbulo de sus ejecuciones.
La cereza del pastel es la salida. Una vez terminado el concierto, subir a tu vehículo y emprender la salida, es la muestra más triste de civilidad. Todos quieren pasar, no hay una sola persona de todos esos cobradores misteriosos apoyando la circulación. El estacionamiento tenía más de 600 vehículos embotellados tratando de salir, sin ninguna indicación que permitiera comprender la logística o el orden para lograrlo.
Sencillamente no hay nadie. Solamente dejaron abiertos los accesos por donde ingresamos, para poder salir. Accesos que además no permitían una cómoda salida, pues tenías que doblar a la izquierda en un ángulo tan cerrado, que le garantizo que era imposible hacerlo sin darle un golpe a la llanta o al rin.
Así, el Palenque de Villahermosa albergó otra noche de artistas, en un ambiente realmente sofocante, con una concentración de calor en verdad para preocupar, con esa cantidad de personas incrementando la temperatura del recinto uno se pregunta si no merecemos como espectadores algo mejor, algo de mayor calidad, algo donde no se esté arriesgando inclusive la salud de los asistentes o la integridad de los vehículos.
Me responde mi amigo: “sólo es un palenque”, y tiene razón, pero pregunte usted a alguien de Chiapas o Aguascalientes si es así en su tierra.
De cualquier manera, el artista es tan bueno, que el buen sabor de boca persiste, a pesar de todo lo demás, pero es innegable la profunda tristeza de lo narrado, en especial cuando sabes que se tienen los conocimientos, capacidad y calidad para operar esos espacios de forma profesional, y no de esa manera, como si estuviéramos en décadas pasadas, como si no fuéramos una gran ciudad.
No hemos logrado salir del palenque, y ya estás pensando en volver, pues se ha anunciado a Yuridia, incluso a Timbiriche, pero visto lo visto, vaya preparado y resignado.
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