Los niños sufren los efectos de la pandemia

Los niños sufren los efectos de la pandemia
Foto: Michal Jarmoluk en Pixabay

Millones de niños y jóvenes de todo el mundo, salieron un día del colegio y a la mañana siguiente no pudieron regresar.  Se les comentó que ya no podrían jugar con sus amigos, ni podrían salir a la calle. Se les avisó que la vida ya no sería como antes y que había un virus que los podría enfermar, que podía atacar también a sus familiares. Que no podrían ir a sus clases de natación o futbol, ni visitar a los abuelos ni a sus primos. Los niños un tanto descontrolados obedecen, sin embargo, no están del todo conformes.

La pandemia provoca secuelas psicológicas en los niños que ya son observadas en los hogares. Algunos menores ya sienten angustia y miedo, otros niños no entienden la magnitud de lo que sucede, pero, sin duda se presentan cambios en su comportamiento ante su nueva forma de vida. Ahora están aislados, en confinamiento, sin convivencia social y sin actividades fuera de su hogar. Observan temerosos a sus papás quienes les piden y exigen que sigan ciertas reglas para cuidar su salud y la de los demás. Otros niños se distraen o se aburren de hacer lo mismo constantemente y hasta se rebelan y se niegan a hacerlo. Los niños entienden que también están sometidos a un peligro invisible que provoca muertes, que es una situación de extrema gravedad, inesperada, impactante, que provoca una reacción normal del organismo a nivel psicológico y que se reacciona con temor.

También es posible que algún familiar esté padeciendo la enfermedad aislado en una habitación de la casa, o que haya llegado una ambulancia y se lo haya llevado al hospital; quizá han sufrido alguna pérdida y no habrán podido elaborar el duelo, ni despedirse y sentirán tristeza y dolor por su ausencia. Como consecuencia del confinamiento puede que sus padres hayan perdido el trabajo, que se quejen de que no hay dinero y los pueden ver angustiados y preocupados por los gastos que siguen a pesar de que no hay ingresos. Ven la cara de ansiedad de sus padres y ellos también la sienten. El entorno del niño es clave para su salud mental: si los padres no están bien, los niños no estarán bien.

No es necesario predecir las secuelas psicológicas puesto que ya se están observando en muchos menores. Ellos escuchan también noticieros, ven la TV y nos oyen hablar con temor de contagiados y muertos. Saben que hay una avalancha de enfermos por Covid-19 en los hospitales, que se dice que las camas no alcanzan y que no hay médicos para atender a tantos enfermos. Ellos, además, vivirán una segunda epidemia, la de los trastornos de salud mental.

Por eso, psicólogos y psiquiatras recomendamos limitar la exposición de los niños a las noticias. Muchos viven aún el impacto y siguen asombrados, otros reaccionan con incredulidad y minimizando el problema, muchos niños ante su cambio de vida y los problemas por la convivencia forzada reaccionan con enojo e irritabilidad, otros manifiestan miedo y quieren dormir con sus padres o estar siempre cerca de ellos. La depresión suele ya percibirse en sus conductas, algunos presentan síntomas de ansiedad de moderada a severa, donde el principal miedo es que algún familiar contraiga la enfermedad. 

Los problemas de salud mental no sólo tienen que ver con el miedo a un virus invisible, sino también con el distanciamiento social.  La relación entre largas cuarentenas y mayor angustia psicológica, que pueden manifestarse como pesadillas, terrores nocturnos, miedo a salir a la calle o a que sus padres vuelvan al trabajo. Muestran irritabilidad, hipersensibilidad emocional, apatía, nerviosismo, dificultades para concentrarse e incluso leve retraso en el desarrollo cognitivo. Ya en el 2013, la Universidad de Kentucky publicó un análisis del impacto de las medidas de aislamiento como control de enfermedades, donde el 20% de los niños confinados y el 40% de sus padres cumplían los criterios para diagnosticar trastorno de estrés postraumático. Una reciente encuesta, procedente de la provincia china de Hubei, destacó el aumento de síntomas depresivos y de ansiedad en una muestra de 2.330 escolares, después de solo 34 días de confinamiento debido al coronavirus.

Nuestro objetivo es examinar cómo está afectando a los niños y adolescentes el confinamiento, con el fin de que los resultados sirvieran de guía a padres y a profesionales para detectar y prevenir esos posibles problemas. Aunque los niños tienen gran capacidad de adaptarse a nuevas situaciones, parece que no tienen suficientes habilidades para hacer frente a la situación de confinamiento sin verse afectados emocionalmente. Nueve de cada diez padres informan de cambios en el estado emocional y conductual de sus hijos, en comparación con antes de la cuarentena.  Además, podemos observar que los hábitos también han cambiado y hacer el siguiente cálculo: el 35% de los niños comen más de lo habitual, el 73% de los niños usa dispositivos electrónicos más de 90 minutos al día (en comparación con el 25% que lo hacían antes de la cuarentena) y solo el 14% de los niños practica 60 minutos de actividad física diaria, que es lo recomendable según la Organización Mundial de la Salud.

Muchos menores ya acudían a los servicios psicológicos antes de la pandemia. En los próximos meses se comprobará si las malas predicciones se cumplen y si se eleva esa cifra. Antes de que suceda, por diversos medios debemos pedirles a los familiares de los menores que los apoyen, que eviten hacer comentarios negativos y dramáticos frente a los niños, que los distraigan y los entretengan. Deben evitar las discusiones, los pleitos, los gritos y no golpearlos puesto que ya para ellos es muy difícil lo que viven. Los jóvenes con psicopatologías previas y niños institucionalizados, con medidas de protección de los servicios sociales, que vivían situaciones desfavorables previas de pobreza, violencia intrafamiliar, depresión o consumo de sustancias, son los más vulnerables. Si antes podían distraerse de los pensamientos negativos saliendo con amigos o practicando deportes o actividades culturales fuera del hogar, el confinamiento hizo que sus preocupaciones y sensación de aislamiento se multiplicara. De la misma forma, en la consulta psicológica se ha detectado un aumento en las tentativas suicidas por desesperación.

El trastorno de estrés postraumático suele estar ligado a un trauma vivido en primera persona por el niño, o cuando reflejan los traumas experimentados por sus padres, como los que pueden haber sufrido los profesionales sanitarios, por ejemplo. Puede aparecer el trastorno más tarde, con el paso de unos meses. Además de tristeza y ansiedad desproporcionadas, se experimentan visiones de eventos traumáticos, es decir, vienen recuerdos o flashbacks que les invaden y paralizan, hasta el punto de no poder seguir con su vida en ese momento. Provoca recuerdos invasivos, insomnio, irritabilidad, bloqueos emocionales, y conductas evitativas. Por ejemplo, niños que no quieren pisar la casa de sus abuelos fallecidos, porque le evoca recuerdos, o no quieren ni acercarse ni tocar el teléfono porque les impactó ver a su madre gritando y llorando cuando recibió una llamada sobre un familiar fallecido.

Llevará tiempo superar aún la pandemia y requerirá mucha ayuda profesional, pero los psicólogos confiamos en seguir tejiendo una red de apoyo que sostenga la salud mental de los más jóvenes. Hasta ahora, los terapeutas nos hemos dedicado a dar recomendaciones en los medios virtuales, en radio y periódico a la sociedad y se han facilitado estrategias y herramientas para que los padres puedan ayudar a niños y adolescentes con vulnerabilidad previa. La tristeza, el miedo y la rabia son normales, pero si detectamos esas emociones muy intensas o prolongadas en el tiempo, mi recomendación es que nunca se pase por alto el sufrimiento emocional del niño. Si un adolescente habla de que se quiere morir, el silencio o fingir que no pasa nada, no ayuda. Podemos preguntarle qué necesita, si hay algo que podamos hacer o dejar de hacer para que se sienta mejor, sin obligarlo a hablar, pero sin ignorarlo. Hay que fomentar la práctica del deporte, que guste de la música y de tocar algún instrumento, que aprenda a hacer manualidades  o repostería con ayuda de los adultos,  que interactúe virtualmente con sus amigos, que desarrolle su creatividad. 

Siempre que tengamos dudas, consultar con un profesional porque también en salud mental, más vale prevenir que curar.

PSIC. SARA L- CAMPOS CHAVOLLA

AV. GREGORIO MENDEZ #1110 TORRE MEDICA 2DO PISO SALA A

TE: 3-14-11-78  CEL:9931920934 Cel 9931498830



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